Con la llegada del frío el ritmo de crecimiento de las plantas se ralentiza, hasta el punto de que algunas pasarán estos meses desprovistas de hojas debido a que supondría un gasto de energía demasiado grande tratar de conservarlas cuando las condiciones no les son favorables.
Cada vez que abonamos, pretendemos que crezcan rápido y con fuerza ya que procuramos darles todos los nutrientes que necesitan. Pero, ¿se puede también abonar en invierno o sería contraproducente?
¿Por qué se abona en invierno?
Lo cierto es que depende de la planta en cuestión y de lo que se quiera conseguir abonándola. Me explico: cuando se abona en invierno no se hace con el objetivo de que la planta crezca, sino más bien para que se pueda seguir acumulando sus reservas de alimento y energía. Estas reservas son muy importantes, ya que de no tenerlas les costaría mucho salir de la hibernación en la que se encuentran en otoño y sobretodo invierno.
Por este motivo, se pueden abonar todas las plantas, excepto las carnívoras puesto que éstas se alimentan de los insectos que caen en sus trampas. Pero, ¿con qué tipo de abono?
¿Qué abono utilizar?
De nuevo, depende 🙂 . En el mercado hay dos tipos de abonos: los minerales que son aquellos que se extraen de las minas o de los volcanes, y los orgánicos, que son materia orgánica en proceso de descomposición más o menos avanzado. Los primeros son de eficacia rápida, mientras que los segundos son de liberación lenta.
¿Cuál usar? Si se trata de plantas que están perfectamente adaptadas al clima es muy recomendable echar una capa de unos 2-5cm de grosor de abono orgánico una vez al mes, como estiércol, humus de lombriz o compost; por el contrario, si son plantas que no soportan el frío lo ideal es echar una cucharada de abono mineral (como Nitrofoska) alrededor de ella de manera mensual.
Abonar en invierno no es imprescindible pero sí muy recomendable, ya que así las plantas crecerán con mucha más fuerza en primavera.