¿Quién no ha visto alguna vez una cala blanca? Estas preciosas flores se utilizan a menudo como flor seca para hacer ramos de novia e incluso para decorar el hogar. Y es que, con unos mínimos cuidados, se mantienen intactas durante varios días. Pero también se plantan cada vez más en los jardines, aportándole un color puro.
De porte majestuoso, esta es una planta perfecta para regalar a alguien muy especial, o a tu precioso rincón verde.
A nuestra protagonista se le conoce por el nombre científico de Zantesdechia aethiopica. Es una planta herbácea rizomatosa de hoja perenne muy tóxica cuyo origen se encuentra en el sur de África. Pese a lo contrario que pueda parecer, resiste bastante bien el frío siempre que las temperaturas no sean inferiores a los -4ºC. Crece hasta una altura de 2m aproximadamente, con hojas de hasta 45cm de longitud. La inflorescencia es, como sabemos, de color blanco, y aparece en primavera.
Normalmente florece sólo una vez al año, pero ¿sabías que si podas la flor en cuanto empiece a marchitarse producirá de nuevas esa misma temporada? Esto se debe a que cuando la flor es polinizada, la cala gastará energías en las futuras semillas, pero al no tener, entonces aprovechará lo quede de temporada para sacar nuevas flores.
La cala blanca se puede tener tanto en maceta como en el jardín. Requiere una alta humedad, pero al ser sensible a la podredumbre te recomiendo que mezcles el sustrato (turba negra o compost) o la tierra con perlita a partes iguales. Riégala a menudo, unas 4 veces por semana (aumenta la frecuencia si ves que el suelo está seco, o disminúyela si por el contrario está demasiado húmedo).
Es aconsejable abonarla con un fertilizante para plantas de flor desde primavera hasta finales de otoño. Así conseguiremos tener cada vez nuevas plantas.
¿Tienes alguna Cala blanca?