En las ciudades, las plantas experimentan cambios notables en sus ciclos naturales debido a la presencia constante de luz artificial durante la noche, algo que se aleja mucho de las condiciones que se dan en zonas rurales. Este fenómeno, que ha sido estudiado recientemente por equipos internacionales, pone de manifiesto cómo la iluminación nocturna urbana modifica el ritmo habitual de brotación y caída de las hojas y, en consecuencia, alarga la temporada de crecimiento de la vegetación que encontramos en entornos citadinos.
Investigaciones basadas en datos satelitales de 428 ciudades del hemisferio norte, recolectados durante siete años, han demostrado que la temporada verde de las plantas urbanas se extiende hasta tres semanas más que en el campo. Este adelanto de la primavera y el retraso del otoño no solo transforma el paisaje, sino que también tiene implicaciones para la salud urbana y los ecosistemas.
La urbanización y sus consecuencias sobre el entorno vegetal

El desarrollo de las ciudades no solo ha traído consigo más viviendas y servicios, sino también una mayor presencia de luz y calor durante todo el año. Materiales como el hormigón y el asfalto, junto a sistemas de calefacción, contribuyen a generar las llamadas islas de calor urbanas. La luz artificial procedente de farolas, escaparates y edificios ha crecido de media un 10% en la última década, afectando notablemente a la regulación de los ciclos biológicos de las plantas.
Los expertos han observado que la exposición a mayores niveles de iluminación nocturna condiciona directamente el inicio y el final de la temporada de crecimiento. De hecho, se ha comprobado que las plantas en ciudades brotan una media de 12,6 días antes que en áreas rurales y mantienen sus hojas unos 11,2 días más en otoño. Este fenómeno genera un período vegetativo más prolongado en el entorno urbano.
Las diferencias no solo se dan entre ciudad y campo, sino también entre continentes. Europa muestra un adelanto más marcado en los ciclos de las plantas, seguida de Asia y, por último, Norteamérica, aunque en esta última las ciudades son notablemente más luminosas. En climas templados y fríos sin estación seca, la influencia de la luz artificial resulta mayor sobre el adelanto del ciclo, mientras que la prolongación del final es un patrón común en todas las regiones analizadas.
La luz artificial: Un factor dominante en el ciclo vegetal

Lo más llamativo de las últimas investigaciones es que, aunque la temperatura urbana influye, la luz artificial nocturna demuestra tener un impacto aún mayor en la prolongación de la temporada de crecimiento de las plantas, especialmente retrasando el final del ciclo en otoño. El aumento en la intensidad y duración de la luz percibida por las plantas altera sus señales internas, como si el día nunca terminase del todo, provocando así una mayor actividad fotosintética y posponiendo la senescencia foliar.
Estos cambios en la fenología vegetal no solo afectan a la estética urbana o al entorno inmediato de las ciudades. Los expertos advierten que pueden incrementar el riesgo de daños por heladas al coincidir brotes tempranos con episodios fríos inesperados o hacer que la caída de las hojas se retrase tanto que las plantas no se preparen adecuadamente para el invierno. Además, este desfase puede influir en la polinización y la presencia de alérgenos, en especial el polen, con consecuencias en la salud de las personas.
Otro aspecto relevante es la transición tecnológica hacia la iluminación LED, que ha ido sustituyendo a las lámparas de sodio tradicionales. Los LED son más eficientes, pero emiten una luz más rica en tonos azules, a la que las plantas pueden ser especialmente sensibles debido al funcionamiento de sus fotoreceptores naturales, como los criptocromos. Todavía falta investigación para conocer el alcance de este nuevo tipo de luz en la vegetación urbana, pero todo indica que podría intensificar los efectos observados.
Implicaciones ecológicas y propuestas futuras
El aumento de la temporada de crecimiento puede traducirse en una mayor captación de carbono y en una productividad vegetal incrementada en las áreas urbanas, lo cual puede tener efectos positivos en ciertos contextos. Sin embargo, una desincronización del ciclo vital de plantas y animales podría alterar las cadenas alimentarias, perjudicar a los polinizadores —básicos para la reproducción de muchas especies— y fomentar la expansión de especies no autóctonas, afectando la biodiversidad local.
Los investigadores resaltan la importancia de replantear los sistemas de iluminación en las ciudades. Se recomienda buscar soluciones que combinen funcionalidad y seguridad con la protección de los ciclos biológicos de la vegetación urbana. Esto contribuiría a reducir los impactos negativos derivados tanto del avance tecnológico en el alumbrado como de la expansión continua de las áreas urbanizadas.
La expansión global de la luz artificial nocturna ya es una realidad, por lo que el diseño de soluciones sostenibles, junto con estudios que profundicen en la respuesta de las distintas especies vegetales, será esencial para lograr urbes más saludables y ecológicamente equilibradas. El reto consiste en encontrar un equilibrio entre la vida moderna y el respeto por los ritmos naturales que acompañan a la vegetación urbana, fundamental para el bienestar de las ciudades y sus habitantes.