Pocos árboles pueden presumir de ser tan ornamentales como el jacarandá, y es que verlo en floración es una experiencia que despierta nuestros sentidos. Si quieres disfrutarlo en casa aunque no tengas mucho espacio, la solución es plantar un jacarandá en maceta.
Vamos a explicarte todas las particularidades que implica esta forma de cultivo y qué cuidados específicos necesita este árbol cuando crece en un contenedor en el que el desarrollo de sus raíces está limitado.
Un árbol espectacular
Este árbol de origen tropical destaca por su floración, con unas flores que recuerdan a una campana o trompeta y que tienen un impresionante color lila.
Tiene un crecimiento medio-rápido en comparación con otras especies, pero no es tan rápido como para que el cultivo en maceta se convierta en un problema e implique un constante cambio en el recipiente contenedor de las raíces.
En libertad puede alcanzar algo más de 10 metros de altura, pero fuera de su hábitat natural es difícil que supere los 6 metros. Si vas a tenerlo plantado en maceta, es importante que controles su longitud para que no llegue un momento en que el exceso de altura y peso provoque la caída del contenedor.
Ten en cuenta que algunos jacarandá pueden tardar años en florecer cuando se cultivan en maceta, pero no dejes que esto te desanime. Cuida con cariño tu árbol y seguro que estarás disfrutando de sus flores antes de lo que imaginas.
Guía para plantar un jacarandá en maceta
Toma buena nota de lo que necesitas para un cultivo exitoso:
Materiales
- Maceta grande y profunda, de un material resistente como la cerámica o la fibra de vidrio. Asegúrate de que cuenta con suficientes orificios de drenaje para que el agua sobrante del riego no se quede acumulada en torno a las raíces.
- Tierra. Escoge un sustrato que sea rico en materia orgánica y bien drenado. Lo ideal es una mezcla de tierra negra, compost y arena gruesa.
- Muda de jacarandá. Adquiere una muda joven y saludable.
Plantar el jacarandá en maceta
La maceta escogida debería tener unos 40 cm de diámetro y 50 cm de profundidad. Empieza cubriendo el fondo con una capa de grava de unos cinco centímetros de espesor para facilitar el drenaje.
Después, llena la maceta con tierra hasta más o menos la mitad del recipiente. Utilizando un palo o tus manos, haz un agujero en el centro del sustrato, que sea lo suficientemente grande como para acomodar las raíces de la muda.
Saca con cuidado el jacarandá de su maceta original tratando de no dañar las raíces. Una buena forma de hacerlo es siguiendo el truco de David Beckham.
Coloca la muda en el agujero, procurando que el cuello de la raíz quede al mismo nivel que la superficie del sustrato. Procede a cubrir las raíces con el resto de la tierra, presionando suavemente para compactarla.
Por último, riega abundantemente (sin encharcar) para ayudar a que las raíces se establezcan.
Para obtener mejores resultados, ten en cuenta que:
- Las raíces del jacarandá crecen hacia abajo, por lo que es importante escoger una maceta con suficiente profundidad.
- Debido a su ritmo de crecimiento medio-rápido, es posible que tengas que afrontar el trasplante cada dos o tres años.
¿Qué cuidados necesita el jacarandá en maceta?
Con estos cuidados conseguirás que tu árbol crezca fuerte y sano:
Luz
Escoge para la maceta una ubicación en la que el árbol pueda recibir un mínimo de seis horas de luz directas cada día. Porque esto va a estimular el crecimiento del follaje y la floración.
Temperatura
Como seguro que ya imaginas por su origen tropical, este árbol prefiere las temperaturas cálidas. Por eso, sitúa la maceta en un lugar en el que el jacarandá esté resguardado frente el frío y las corrientes de aire.
Si vives en una zona en la que los inviernos son fríos, protege la planta frente al frío intenso. Puedes llevarla a un lugar más cálido o cubrirla con una manta térmica.
Riego
La frecuencia de riego depende de la temperatura, la humedad ambiental y el tamaño de la maceta. Pero, en condiciones normales, deberías regar lo suficiente como para que el sustrato se mantenga húmedo, pero no empapado.
Introduce un dedo en la tierra, si notas que se está comenzando a secar, es momento de volver a aportar agua.
No riegues nunca con agua muy fría y, si es posible, evita el agua con cloro. Lo que puedes hacer es poner agua del grifo en una regadera, dejarla reposar 24 horas y luego regar con ella.
Humedad
El jacarandá agradece tener algo de humedad en el ambiente. Si vives en una zona con clima seco, lo que puedes hacer es rociar sus hojas de forma regular con ayuda de un vaporizador.
Poda del jacarandá en maceta
La poda de formación se lleva a cabo una vez al año, en las primeras semanas de la primavera, para controlar el crecimiento del árbol y darle una forma más compacta.
En esta poda debes eliminar las ramas secas, enfermas y las que estén creciendo hacia adentro. Además, puedes controlar tanto su expansión en vertical como en horizontal.
También puedes realizar una poda ligera después de la floración, eliminando las ramas que ya han florecido, para estimular la aparición de más flores.
Abonado
Para este árbol utiliza un fertilizante líquido balanceado específico para plantas de flor.
Lo puedes aplicar cada dos o tres semanas durante los meses de primavera y verano, siguiendo siempre las instrucciones del fabricante.
Trasplante
Cuando las raíces del jacarandá hayan llenado la maceta es hora de hacer un trasplante y buscar un contenedor más grande. Lo normal es que tengas que hacer esto cada dos o tres años, y lo más recomendable es hacerlo a principios de la primavera, antes de que comience el crecimiento activo.
Con estos cuidados puedes conseguir que tu jacarandá en maceta crezca fuerte y sano y que en poco tiempo comience a dar flores. Con mucha luz, agua en su justa medidas y una buena dosis de nutrientes, tienes un árbol que te acompañará durante muchos años.