
La conservación del patrimonio natural afronta un momento delicado: casi la mitad de los lugares inscritos por la UNESCO como patrimonio natural se ven ya seriamente afectados por la crisis climática. En cifras, son 117 de los 271 sitios analizados por la UICN, un salto de diez puntos porcentuales respecto a 2020.
Las conclusiones proceden de la cuarta edición de Perspectiva del Patrimonio Mundial, la evaluación más amplia realizada por la UICN tras una década de seguimiento continuo. El documento llama a reforzar la financiación y la cooperación para blindar estos espacios frente a riesgos que actúan en cadena.
Una década de evaluaciones: qué está pasando

Por primera vez, el informe traza tendencias a diez años: la proporción de sitios con un pronóstico favorable de conservación ha caído del 62% al 57% entre 2020 y 2025. El deterioro golpea con especial fuerza a espacios de gran valor para la biodiversidad.
El análisis abarca 271 enclaves incluidos en la Lista del Patrimonio Mundial: 231 son naturales y otros 40 reúnen características mixtas (naturales y culturales). La lectura de conjunto permite identificar patrones comunes y prioridades de gestión.
La UICN, red que agrupa a más de 1.400 organizaciones en más de 160 países, presentó esta edición en su Congreso Mundial de la Naturaleza en Abu Dabi, subrayando que “proteger estos lugares es proteger los pilares de la vida y la cultura”, en palabras de su dirección, adaptadas al documento.
Amenazas que se retroalimentan
El factor dominante es el clima: el calentamiento y la alteración de patrones de lluvia se traducen en olas de calor, sequías e incendios, blanqueamiento de corales o deshielo que están detrás de la mayor parte de los impactos detectados.
Tras él, destacan las especies exóticas invasoras, con presencia problemática en el 30% de los sitios, y el repunte de patógenos en fauna y flora, que pasan del 2% al 9% de lugares afectados respecto a 2020.
El informe cita casos como brotes de Ébola en primates (Virunga), el síndrome de la nariz blanca en murciélagos (Mammoth Cave), la quitridiomicosis en anfibios (Reserva Natural de Tasmania), influenza aviar (Península Valdés) o la mortalidad de manglares en Sundarbans, ejemplos de impactos que comprometen especies clave.
Estas presiones están interconectadas y se intensifican con el cambio climático. El turismo mal gestionado se consolida como tercera amenaza extendida; en algunos análisis, las actividades recreativas alcanzan el 22% como factor de riesgo, favoreciendo además la propagación de invasoras y patógenos.
El patrón varía por regiones: la caza predomina como peligro en África; el clima encabeza los riesgos en Asia, Mesoamérica y el Caribe; la contaminación del agua pesa más en los Estados Árabes, y las presiones recreativas son especialmente relevantes en Sudamérica.
Gestión y financiación: asignaturas aún pendientes
Afrontar estas amenazas requiere gestión a la altura, pero solo la mitad de los sitios cuenta con protección y manejo efectivos, de acuerdo con las valoraciones disponibles.
La carencia de recursos pesa: uno de cada siete lugares (aproximadamente el 15%) está en situación de alto riesgo por falta de financiación sostenible, lo que limita su resiliencia y capacidad de respuesta.
El documento advierte además de que menos de la mitad dispone de planes de acción climática específicos, una brecha que urge cerrar si se pretende anticipar impactos y reducir daños.
La organización llama a redoblar la cooperación internacional, la inversión y las alianzas con comunidades locales. La premisa, subraya su equipo directivo, es clara: compromiso sostenido a largo plazo y soluciones basadas en el conocimiento científico y tradicional.
Señales de resiliencia: dónde y por qué mejora la situación
Pese al panorama complejo, hay margen para el optimismo: 13 sitios mejoraron su perspectiva de conservación entre 2020 y 2025, prueba de que la inversión dirigida y la participación local marcan la diferencia.
En África occidental y central, la Reserva de Fauna de Dja (Camerún), Salonga y Garamba (RDC), y Niokolo-Koba (Senegal) pasaron de críticos a un estado de preocupación significativa gracias a medidas contra la caza furtiva, acuerdos con comunidades y la estabilización de poblaciones clave.
También se registraron avances en Manú (Perú) y Los Katíos (Colombia), que escalaron a categorías de conservación más favorables tras años de trabajo sobre el terreno.
La radiografía global combina luces y sombras: algunos parques como Teide, Laponia o el Monte Etna figuran con buen estado, muchos otros están “con ciertas preocupaciones” (Himalaya, Kilimanjaro, Yellowstone o la Amazonía Central, entre otros), y un grupo presenta preocupación significativa (Galápagos, Iguazú, Baikal o Yosemite). Diecisiete sitios aparecen en estado crítico, con especial concentración en África.
La fotografía que deja la UICN es nítida: el cambio climático actúa como acelerador de riesgos y ya compromete a casi la mitad del patrimonio natural más valioso, pero allí donde hay gestión sólida, financiación estable y protagonismo local las curvas se pueden doblar. Toca pasar de los diagnósticos a medidas ambiciosas y sostenidas.