El uso de insecticidas sistémicos es una opción cada vez más popular entre los jardineros y agricultores que desean mantener sus plantas libres de plagas. Este tipo de insecticida funciona de manera muy eficaz al penetrar en la planta y distribuirse a través de sus tejidos, protegiéndola contra una gran variedad de insectos.
Al tratar plagas persistentes, resulta fundamental entender cuál es el mejor producto a utilizar, cuándo aplicarlo y las diferencias entre los tipos de insecticidas disponibles para obtener los mejores resultados sin dañar las plantas o la salud humana.
¿Qué es un insecticida sistémico?
Los insecticidas sistémicos son aquellos que, una vez aplicados en las plantas, son absorbidos tanto por las raíces como por las hojas, distribuyéndose de manera homogénea por toda la planta. Esto los convierte en una solución eficiente para combatir plagas incluso cuando no hay contacto directo entre el producto y los insectos.
Al ser absorbidos por los tejidos vegetales, cualquier insecto que se alimente de la planta se verá afectado. Esto incluye plagas como pulgones, cochinillas, moscas blancas y minadores, que son de las más comunes en cultivos y jardines.
Tipos de insecticidas sistémicos
Un aspecto clave es comprender las diferencias entre los insecticidas sistémicos de amplio espectro y aquellos que son específicos para ciertos tipos de insectos.
Los de amplio espectro actúan sobre una variedad de plagas en diferentes fases de crecimiento, incluyendo pulgones, mosca blanca, cochinilla y algunos escarabajos. Por otro lado, los insecticidas sistémicos más específicos, como el Neem o el Epik, cuentan con propiedades adicionales, como la capacidad de afectar también el sabor de la planta y actuar como repelente contra nuevos insectos.
Diferencias entre insecticidas de contacto y sistémicos
Es importante diferenciar entre un insecticida de contacto y un sistémico. Los insecticidas de contacto solo eliminan el insecto si este es rociado directamente, actuando mediante deshidratación, asfixia o envenenamiento. Un ejemplo claro de esto son el jabón potásico y la tierra de diatomeas, que resultan eficaces en el control ecológico de plagas.
En cambio, los insecticidas sistémicos, al ser absorbidos por la planta, no requieren estar en contacto directo con la plaga, lo que los hace ideales para tratar cultivos de difícil acceso o con plagas muy extendidas.
Aplicaciones y beneficios del insecticida sistémico
Los insecticidas sistémicos tienen un amplio abanico de aplicaciones. Pueden utilizarse en árboles frutales, cultivos hortícolas, plantas de interior y ornamentales. Por ejemplo, el ICETASEL es un insecticida sistémico muy eficaz contra pulgones y otras plagas en plantas como berenjenas, pepinos o lechuga.
Una de las grandes ventajas es que suelen tener una acción prolongada, lo que previene reinfestaciones hasta por tres semanas después de la aplicación. Esto es especialmente importante en cultivos de ciclo largo o donde no se puede realizar un control constante.
Consejos de uso
Para obtener mejores resultados, los insecticidas sistémicos deben aplicarse en el momento adecuado, preferiblemente cuando se detectan los primeros signos de infestación. Además, es fundamental asegurarse de cubrir bien toda la planta, tanto las hojas como el reverso, ya que es ahí donde muchas plagas se alojan.
- Aplicar en épocas con temperaturas suaves, evitando viento y lluvia.
- Seguir siempre las indicaciones de dosificación del fabricante para evitar daños innecesarios a la planta.
- Respetar el plazo de seguridad entre la última aplicación y la cosecha para evitar residuos tóxicos en los frutos.
El uso de insecticidas sistémicos es una herramienta eficaz para controlar las plagas en plantas ornamentales y cultivos, pero siempre se debe tener en cuenta la naturaleza específica de la plaga y el tipo de insecticida adecuado para combatirla. Usados de manera correcta, no solo eliminan plagas ya existentes, sino que previenen reinfestaciones.