La historia de los tulipanes

Tulipanes

Muchos de nosotros visitado los Países Bajos con la ilusión de conocer esos extensos campos de tulipanes que parecen de cuentos de hadas por sus colores. Es curioso que una planta nativa de otro lugar se haya vuelto uno de los grandes símbolos de un país y una industria fuerte y poderosa que exige tiempo y dedicación.

Cultivar tulipanes es un arte y en el país de bandera naranja una práctica transmitida de generación en generación.

Una mirada hacia el pasado

La mayor parte de los tulipanes del mundo vienen de los Países Bajos aunque son originarios de Asia Central. Fue el botánico Carolus Clusius quien en el año 1593 introdujo una selección de tulipanes de Constantinopla en Holanda para plantarlos en su jardín. Luego sus vecinos robaron algunos de los bulbos para venderlos y así fue comenzó un negocio que se volvió millonario.

Tulipanes

Los tulipanes se volvieron muy populares y un símbolo de prosperidad. Así fue como nació la Tulipomanía, un período en el que la venta de tulipanes hizo furor y los precios treparon hasta el cielo, con precios exorbitantes –se vendieron tulipanes al precio de una casa– que llevaron a una importante burbuja económica que además dio paso a una crisis financiera. Esta realidad marcó además la historia pues fue uno de los primeros fenómenos especulativos de masas que se conoció.

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El furor por los tulipanes

Hay muchas teorías que explican el fenómeno de la tulipomanía del siglo XVII, hay quienes afirman que la fascinación por los tulipanes estuvo estrechamente vinculada a las huellas emocionales que dejó la plaga bubónica y la sensación de que había que tomar riesgos porque la vida porque ella era caprichosa. Otros creen que la expansión de los tulipanes se debió a razones económicas aunque una de las más convincentes descansa en la belleza de esta flor, en sus colores brillantes y su aspecto único. La belleza hizo de esta planta una industria en aquélla época aunque también hay que recordar que la Tulipomanía tuvo lugar en un momento muy particular de Holanda. Las primeras décadas del 1600, cuando el país estaba en su época de oro, con mucho dinero luego de luchar con España por su independencia. También le iba bien en el comercio, fruto de las actividades comerciales entre Ámsterdam y las Indias Orientales. En este contexto, tener un jardín con tulipanes no sólo era un símbolo de estatus sino también de cultura, los tulipanes daban cuenta de que uno había logrado cierto éxito e independencia, había alcanzado un lugar por peso propio.

Esta primavera duró apenas algunas décadas pues para enero de 1637 los floristas independientes vendieron su negocio y se negaron a reinvertir al tiempo y así fue como apenas un mes más tarde el boom tenía fecha de defunción.

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Los tulipanes en la historia

Hay diferentes opiniones acerca del impacto de la Tulipomanía en la economía de Holanda pero debo confesar que poco me importa saber si realmente fue un negocio rentable y si transformó el comercio interno. Me gusta la historia y prefiero quedarme con este recorrido que me ayuda a encontrar esos hilos transparentes que conectan el arte de cultivar tulipanes con la historia y cultura de un lugar.

Tulipanes

Mucho más acá en el tiempo, la industria de los tulipanes aún es un negocio rentable en los Países Bajos pero además nos habla de una tradición, de una forma de hacer las cosas, de un legado que hay que conservar pues forma parte de la cultura de un país, de su indiosincracia, de una forma de hacer. Hace algún tiempo miraba un documental dedicado al cultivo de tulipanes en Haarlem y me maravillaba con la exigencia implicada en el hacer pues no es cuestión de sembrar y cosechar sino de seguir un proceso muy preciso, que exige un gran conocimiento, paciencia y una importante inversión. Expertos en la materia no sólo sembraban tulipanes sino también la duda sobre el futuro de este arte, sumido en una época en la que el tiempo apremia y los resultados deben aparecer en lo inmediato. Son pocos los que aún se atreven al cultivo de tulipanes, los que se animan a desafiar un fordismo al que estamos acostumbrados. Quizá merezcan un aplauso entonces…


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