Las especies invasoras acuáticas se han convertido en una de las principales preocupaciones ambientales actuales, no solo por su impacto en la biodiversidad, sino por la dificultad que conlleva su control una vez establecidas en un nuevo hábitat. Procedentes de lugares lejanos, estos animales y plantas alteran drásticamente los equilibrios ecológicos, desplazando a especies autóctonas y modificando las cadenas alimenticias y los ciclos de los ecosistemas acuáticos. El aumento del comercio de especies exóticas, el abandono irresponsable de mascotas y los vertidos accidentales son algunas de las causas que explican la expansión de estas especies en territorios donde antes no existían.
La llegada y proliferación de estos organismos invasores ha generado una serie de retos para la conservación del medio ambiente acuático tanto en España como en otras partes del mundo. Diversas administraciones, organizaciones ambientales y científicos trabajan en el desarrollo de estrategias de prevención, control y educación para evitar que la situación empeore. Los casos recientes en la Comunidad de Madrid y en humedales de Sudamérica resaltan la necesidad de una acción coordinada y continua.
Impacto global de algunas especies invasoras acuáticas
Uno de los ejemplos más llamativos fuera de Europa es la situación vivida en Estados Unidos, donde el llamado pez cabeza de serpiente –apodado “pez Frankenstein”–, originario de Asia, ha presentado una grave amenaza en zonas como Nueva York. Esta especie, dotada de la asombrosa capacidad de respirar aire y sobrevivir fuera del agua durante varios días, puede desplazarse por tierra en busca de nuevos hábitats, lo que dificulta enormemente su erradicación. Autoridades locales han intensificado el llamamiento para que los ciudadanos eviten liberar ejemplares de acuario o de mercados en ríos y lagos, y que denuncien cualquier hallazgo sospechoso.
El pez cabeza de serpiente es fácilmente identificable por su cuerpo alargado, cabeza aplanada y una aleta dorsal que recorre gran parte de su espalda. Su presencia en ecosistemas donde no existen depredadores naturales ha provocado alteraciones en las poblaciones de peces nativos y en la estructura de los cuerpos de agua, llegando incluso a considerarse una amenaza para la pesca y para las actividades recreativas en dichos entornos.
El desafío en humedales sudamericanos: el caso de la tortuga de orejas rojas
En Sudamérica, la tortuga de orejas rojas (Trachemys scripta elegans) se ha convertido en una de las especies invasoras más problemáticas de los últimos años. Popularizada como mascota por su pequeño tamaño y bajo precio, muchos propietarios, al desconocer sus necesidades específicas y su rápido crecimiento, optan finalmente por abandonar a estos reptiles en lagunas y humedales urbanos cuando resultan difíciles de mantener en casa.
Este comportamiento ha provocado que hoy en día puedan encontrarse poblaciones estables de tortugas exóticas en numerosos cuerpos de agua, como la laguna Tres Pascuales o el canal Ifarle en Chile. Tras ser liberadas, estas tortugas compiten con especies autóctonas por recursos, alteran los ciclos reproductivos y pueden transmitir enfermedades. Organizaciones científicas y grupos ecologistas han impulsado proyectos de monitoreo y educación para concienciar a la población sobre el problema e impulsar la tenencia responsable de mascotas exóticas, además de fomentar la participación ciudadana en el seguimiento de los ejemplares detectados en la naturaleza.
La situación es suficientemente grave como para que la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) incluya a la tortuga de orejas rojas entre las cien especies exóticas invasoras más dañinas del mundo. Los proyectos actuales buscan evitar que estas invasiones aumenten, promoviendo la adopción en lugar del abandono y mejorando los conocimientos sobre los factores que favorecen su asentamiento y expansión.
Especies invasoras acuáticas en España: el esfuerzo por preservar los ríos y humedales
Diferentes comunidades autónomas en España han desarrollado protocolos para el control y erradicación de especies invasoras en sus aguas interiores. Un ejemplo reciente en la Comunidad de Madrid es la Patrulla de Fauna, que ha llevado a cabo acciones de rescate y traslado de especies autóctonas, como el barbo común, atrapadas en pozas por el descenso del caudal durante el verano. Además de estos rescates, se realizan capturas continuas de especies invasoras como el alburno, black-bass, lucio, pez gato, gambusia, percasol, pseudorasbora parva o gobio asiático.
En la campaña de 2024 se lograron retirar más de 37.000 animales acuáticos invasores, lo que refleja la magnitud del problema. Estas extracciones incluyen también crustáceos como el cangrejo rojo o el cangrejo señal, y reptiles como el galápago de Florida, todos ellos con un efecto negativo sobre las poblaciones de fauna y flora autóctonas. Para su captura y retirada, los especialistas emplean métodos que minimizan daños a los animales y aseguran la supervivencia de las especies nativas que puedan quedar atrapadas accidentalmente.
Educación, ciencia y participación ciudadana: claves para el futuro
La educación ambiental y la vigilancia científica adquieren cada vez más importancia en el abordaje de esta problemática. Universidades y grupos ecológicos lideran iniciativas como las realizadas en la Universidad de Concepción en Chile, que ponen énfasis en la tenencia responsable de mascotas, la participación vecinal en la detección temprana de ejemplares invasores y el desarrollo de modelos predictivos para identificar los ambientes más vulnerables.
En muchas ciudades ya se utilizan redes sociales y plataformas digitales para canalizar los avisos de avistamiento, facilitando la rápida actuación de expertos y autoridades. La colaboración entre instituciones científicas, administraciones públicas y colectivos ciudadanos se presenta como la estrategia más efectiva para reducir impactos y prever nuevas invasiones.
La extensión de las especies invasoras acuáticas y su capacidad para adaptarse a hábitats alterados hacen necesaria una actuación responsable tanto individual como colectiva. Solo con vigilancia constante, medidas de control efectivas y una ciudadanía informada será posible frenar la expansión de estas especies nocivas y proteger los ecosistemas acuáticos en España y en todo el mundo.