Con la llegada del verano hay unas plantas en nuestro jardín que lo están pasando de maravilla. Calor, altas temperaturas, un riego ocasional, un abono esporádico… Sin duda, unas condiciones muy similares a las que tienen sus lugares de origen.
Por cierto, ¿sabías que este tipo de seres vegetales se les conoce también como plantas xerófitas?
La palabra xerófita proviene del griego, que significa xero-: seco y -fita: planta. Son plantas que se han adaptado a la escasez de agua, modificando sus hojas y tallos de tal manera que toda gota del preciado líquido que se pose en la planta o alrededor de la misma, la absorberá. Así, las xerófitas presentan raíces largas, hojas muy pequeñas con pocos poros, o incluso pueden tener espinas.
En muchos casos, la planta tiene bien guardada su reserva de agua en los tallos, los cuales se engrosan. Unos ejemplos serían las cactáceas o las caudiciformes (como el Adenium obesum).
Otros ejemplos de plantas xerófitas son aquellas que han cubierto sus hojas con pelos o cera para mantener una temperatura foliar adecuada. También lo son aquellas que las enrollan para reducir la superficie de transpiración -una función vital que supone un gasto de agua importante-.
Así, en nuestro país encontramos muchas de ellas. Especialmente en la región mediterránea, en donde la pluviometría es muy escasa y las plantas deben de adaptarse si quieren sobrevivir. Sus hojas suelen ser de tamaño reducido para evitar que consuma más agua de la que va a disponer a lo largo de la temporada.
Lavanda, romero, olivo, acebuche, adelfas… todos ellos son unos seres vegetales excepcionales para tener en un jardín de bajo mantenimiento, ya que son los expertos en crecer con unos pocos centenares de litros de agua anuales.
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