La alfalfa, conocida científicamente como Medicago sativa, es una leguminosa de gran valor agronómico y nutricional que se cultiva en medio mundo, tanto como forrajera como para consumo humano en forma de germinados y preparaciones tradicionales. Su fama le viene de su densidad de nutrientes, su versatilidad en la cocina y un historial de usos en fitoterapia que se remonta a la medicina china y a la tradición ayurvédica.
Más allá del campo y el establo, esta planta ha dado el salto a la mesa en forma de brotes, hojas, tés y suplementos. En pocas palabras, es un comodín vegetal: puede apoyar el sistema cardiovascular, ayudar en etapas como la menopausia, aportar vitaminas y minerales clave, y servir como alimento ligero, crujiente y muy fácil de combinar en ensaladas, sopas o sándwiches.
Qué es la alfalfa y de dónde procede
La alfalfa es una herbácea perenne de hojas trifoliadas y flores azuladas o violáceas que, al fructificar, forma una legumbre en espiral muy característica; su nombre común varía según la región (lucerna o mielga), pero hablamos de la misma especie. Botánicamente pertenece a la familia Fabaceae, la de lentejas, guisantes o garbanzos, algo que ya deja entrever su potente perfil nutritivo y su relación con las bacterias Rhizobium.
Su origen se sitúa en Asia central y Oriente Medio, con difusión histórica por rutas persas y árabes; en China se documenta su uso alimentario y medicinal desde el siglo VI, especialmente para molestias digestivas y renales. Hoy se cultiva a gran escala como forraje y, para humanos, se consume sobre todo en forma de germinados, jugos, tés y comprimidos.
Como planta rústica y adaptable, soporta vientos y sequía gracias a un sistema radical profundo que puede alcanzar varios metros; esto le permite explorar estratos de suelo ricos en agua y minerales, algo que acaba reflejándose en su composición. Con altura aérea habitual de 60 a 120 cm, se han seleccionado decenas de variedades, si bien unas pocas dominan los cultivos comerciales.

Perfil nutricional y compuestos bioactivos
La alfalfa destaca por un cóctel de vitaminas, minerales, proteínas, fibra y fitocompuestos. En vitaminas sobresalen K, E, D, A y el grupo B (B1, B3, B5, B7, B9 y trazas de B12), además de vitamina C y bioflavonoides tradicionalmente agrupados bajo el nombre de vitamina P.
En cuanto a minerales, aporta calcio, hierro, fósforo, zinc, magnesio, potasio, sodio, manganeso, cobre, selenio y sílice; su fracción proteica es notable en hojas secas y contiene clorofila y carotenoides, responsables del color verde intenso y de parte de su acción antioxidante.
Entre los compuestos activos figuran saponinas triterpénicas (derivados del oleano, como ácido medicagínico, hederagenina u oleanólico), fitosteroles (sitosterol, espinasterol, estigmasterol, cicloartenol, campestrol), coumarinas (cumestrol, medicagol, sativol, trifoliol, lucernol o dafnoretina) y flavonoides e isoflavonas (genisteína, biocanina A, formononetina, daidzeína). También se han identificado fosfolípidos como lecitina y cefalina, taninos y trazas de alcaloides en semillas (trigonelina, estaquidrina, homoestaquidrina).
Su perfil se completa con ácidos orgánicos (málico, oxálico, malónico, quínico), enzimas digestivas (lipasa, amilasa, pectinasa, emulsina, coagulasa, invertasa y proteasas) y una vitamina menos conocida, la llamada vitamina U (metilmetionina), relacionada con la protección de mucosas gástricas. En germinados, la densidad nutricional es especialmente alta porque concentran reservas de la semilla que se irán diluyendo al crecer la planta.
A modo orientativo, una taza de brotes (~33 g) aporta unas 7 a 8 kcal, y el valor por 100 g ronda las 23 kcal, con muy poca grasa y buena proporción de fibra y agua; esto los hace ideales para sumar volumen y saciedad con escasas calorías. La combinación de clorofila, hierro y vitamina K es especialmente interesante para la salud sanguínea.

Beneficios: qué puede aportar y en qué casos se usa
Salud cardiovascular y lípidos
Las saponinas de la alfalfa interfieren en la absorción intestinal del colesterol formando complejos no absorbibles, lo que ayuda a reducir LDL y triglicéridos y a mejorar el perfil lipídico; varios trabajos experimentales apuntan además a un aumento relativo de HDL, la fracción considerada protectora.
Glucosa y diabetes
Se han descrito efectos que estimulan la secreción de insulina y un potencial hipoglucemiante ligado a minerales como el manganeso, además del papel de la fibra, que ralentiza la absorción de azúcares; esto convierte a la alfalfa en un aliado dietético útil bajo control profesional en personas con alteraciones de la glucemia.
Acción antiinflamatoria y antioxidante
Flavonoides, fenoles e isoflavonas contribuyen a modular la respuesta inflamatoria y a neutralizar radicales libres; de ahí su interés como apoyo en trastornos inflamatorios como artritis o molestias derivadas de alergias, siempre como complemento y no sustituto del tratamiento médico.
Menstruación, hemorroides y menopausia
La vitamina K es clave para la coagulación, por lo que se emplea tradicionalmente en hemorragias leves (nasales, dentales) y menstruaciones abundantes; los fitoestrógenos de la planta pueden aliviar sofocos, nerviosismo y molestias del síndrome premenstrual o de la menopausia.
Huesos y tejido conectivo
Vitamina K, calcio e isoflavonas respaldan la salud ósea y ayudan a prevenir la osteoporosis al favorecer la fijación del calcio; este efecto resulta valioso en crecimiento, perimenopausia y envejecimiento, dentro de un estilo de vida que incluya ejercicio y dieta adecuada.
Peso y saciedad
Al aportar agua y fibra con un aporte calórico bajo, los brotes favorecen la saciedad entre comidas; esto ayuda a controlar la ingesta diaria y puede ser un recurso práctico en planes de pérdida de peso.
Hígado y detoxificación
Antioxidantes y compuestos antiinflamatorios ayudan a modular enzimas hepáticas y a limitar el daño por tóxicos como nicotina o fármacos; su uso alimentario puede integrarse en estrategias de cuidado hepático supervisadas por profesionales.
Presión arterial y diuresis
Magnesio y potasio, junto a su efecto diurético natural, favorecen la relajación vascular y la eliminación de sodio; esto puede ayudar en el control de la hipertensión y en la prevención de edemas por retención de líquidos.
Coagulación sanguínea
La vitamina K facilita la formación de coágulos, protegiendo frente a sangrados; eso sí, si tomas anticoagulantes, es imprescindible ajustar la dieta con el médico para evitar interferencias.
Vías urinarias
Su efecto diurético promueve el flujo de orina y dificulta la colonización bacteriana, lo que la convierte en un apoyo para prevenir cistitis; su papel es coadyuvante, no un antibiótico ni un sustituto del tratamiento.
Cabello y piel
Vitaminas y minerales de alto impacto en tejidos (A, C, E, K, biotina, hierro, zinc) contribuyen a fortalecer el cabello y a reducir su caída; como parte de una dieta equilibrada, la alfalfa suma micronutrientes esenciales que también benefician piel y mucosas.
Anemia y fatiga
Clorofila e hierro, junto a la vitamina K, apoyan la producción y regeneración de glóbulos rojos y la recuperación tras convalecencias; por eso se considera un reconstituyente natural útil en estados de debilidad o falta de apetito.
Articulaciones, fiebre y dolor menstrual
Gracias a saponinas y antioxidantes, muchas personas la emplean como coadyuvante para molestias articulares y dolores menstruales, y se le atribuye utilidad para moderar picos febriles; son usos tradicionales compatibles con la medicina convencional.

Cómo tomarla: germinados, infusión, jugos y cápsulas
La forma más popular son los brotes o germinados (microgreens), que se consumen crudos para preservar enzimas y vitaminas; aportan textura crujiente y sabor suave en ensaladas, sándwiches, bowls o como topping de sopas frías y calientes. (Ver microgreens y cómo se usan.)
En casa es sencillo germinar: deja las semillas en agua 8 a 12 horas, enjuaga y escurre, y repite el enjuague cada 8-12 horas durante varios días, manteniendo el frasco inclinado y ventilado; cuando alcancen 2-3 cm y asomen las primeras hojitas, ya tienes tus brotes listos para comer. Procura higiene extrema, usa agua potable y evita contaminación cruzada y problemas con semillas mojadas.
Si prefieres una bebida caliente, la infusión tradicional se prepara con 20 g de hojas y raíces secas por 500 ml de agua: hierve el agua, apaga el fuego, añade la planta, tapa y deja 5 minutos; cuela y toma hasta tres tazas al día, según tolerancia y criterio profesional.
También se comercializan comprimidos y cápsulas de extracto de hoja o jugo deshidratado, a menudo entre 400 y 650 mg por unidad, y hay presentaciones que recomiendan una cápsula antes de las comidas principales; la dosis exacta debe individualizarse con tu médico o dietista, especialmente si tomas medicación.
Durante la lactancia, por la presencia de fitoestrógenos e incertidumbre sobre la excreción de ciertos compuestos por la leche, no se aconsejan infusiones ni suplementos sin supervisión; si se consumen brotes, mejor bien lavados y cocinados para reducir riesgos microbiológicos.
Seguridad, efectos secundarios y a quién no le conviene
Consumida en cantidades alimentarias, la alfalfa se considera segura; en exceso o en personas sensibles puede causar gases, molestias abdominales y diarrea; al tratarse de brotes frescos, existe riesgo de contaminación por bacterias como Salmonella, E. coli o Listeria.
Por ello, niños pequeños, mayores, embarazadas, lactantes e inmunodeprimidos deben evitar germinados crudos; la autoridad sanitaria estadounidense desaconseja su consumo crudo en grupos de riesgo. En caso de diarrea intensa, fiebre o vómitos tras ingerirlos, consulta sin demora.
Otra precaución importante se refiere a las enfermedades autoinmunes (lupus, artritis reumatoide, esclerosis múltiple, gota): la L‑canavanina presente en las semillas se ha vinculado a reactivaciones y a cuadros parecidos al lupus en animales y algunos casos humanos; mejor evitar suplementos o semillas en estos contextos y limitarse, si procede, a cantidades alimentarias bajo asesoramiento.
Por su contenido estrogénico (isoflavonas y cumestrol), no se aconseja en embarazo, ni en personas bajo terapia hormonal estrogénica, anticonceptivos hormonales o con patologías sensibles a estrógenos (endometriosis, cáncer de mama, uterino u ovárico, miomas); aquí se impone la prudencia y la consulta médica.
Interacciona con anticoagulantes como warfarina o ácido acetilsalicílico por su vitamina K, con antidiabéticos por su posible efecto hipoglucemiante y con fármacos fotosensibilizantes (ciertos antibióticos, antidepresivos, antiarrítmicos, diuréticos o pomadas) por potencial aumento de sensibilidad solar; si vas a operarte, suspende su uso dos semanas antes y después salvo indicación contraria.
Cultivo doméstico y manejo agronómico básico
Si te animas a cultivarla, aprende cómo sembrar alfalfa, siembra a comienzos de otoño en climas templados o cálidos, y en primavera si el clima es frío; necesita 6 a 8 horas de sol directo y se desarrolla óptimamente entre 18 y 28 ºC. Las semillas pueden germinar desde 2 ºC, aunque el calor acelera el crecimiento; por encima de 35 ºC sufre.
La cosecha suele estar lista a los tres meses desde la siembra, cuando el follaje está verde y frondoso; en riego, huye del agua estancada: prefiere goteo, suelos sueltos y bien drenados, con humedad superficial mantenida sin encharcar.
Respecto al sustrato, se adapta a muchas texturas si el suelo es profundo y drena bien; su pH ideal ronda 7,2 y conviene encalar si baja hacia 6,8 para reducir aluminio y magnesio disponibles, que en exceso la perjudican; para saber cómo mejorar la fertilidad del suelo puedes consultar prácticas específicas.
Descripción botánica y principios activos clave
Planta anual o vivaz de 45 a 100 cm según manejo, con tallos erectos y lisos, hojas trifoliadas de foliolos alargados (~2 cm por 0,5 cm), flores azules en racimos densos y fruto en legumbre espiral; para uso medicinal se aprovechan sumidades aéreas y semillas, además de hojas y raíces según la preparación.
Su acción farmacológica incluye efecto estrogénico (máximo en primavera y decreciente en verano), actividad antihemorrágica ligada a la vitamina K, acción hipolipemiante por saponinas, efecto remineralizante por su riqueza en sales, potencial antiulceroso (vitamina U, bioflavonoides, vitaminas A y C y enzimas digestivas) y efecto antiartrítico; se han descrito además actividades antigonadotropas al interferir la hormona luteinizante y actividad antimicótica en extractos de raíz frente a levaduras como Cryptococcus.
Indicaciones tradicionales: anemia por carencias, convalecencias y estados de debilidad, hemorragias leves, hipercolesterolemia e hipertrigliceridemia, arterioesclerosis, molestias de la menopausia y prevención de osteoporosis; todas ellas sujetas a personalización y a supervisión profesional cuando coexisten tratamientos o patologías.
Qué dice la evidencia científica
La literatura recoge estudios experimentales que apuntan a baja toxicidad aguda y crónica de preparaciones de alfalfa, así como a efectos hipolipemiantes y antiaterogénicos de sus saponinas en modelos animales; también se han observado interacciones con el colesterol in vitro y en roedores, y reducción de LDL, VLDL y triglicéridos con incremento relativo de HDL en animales de laboratorio.
Se han publicado trabajos sobre posibles efectos antidiabéticos (tanto pancreáticos como extrapancreáticos), estudios clínicos exploratorios en síntomas vegetativos de la menopausia y descripciones de actividad antifúngica de fracciones de raíz frente a levaduras de importancia médica; hay asimismo informes sobre la toxicidad de saponinas en ratas, que ayudan a delimitar dosis seguras.
Junto a lo anterior, existen reportes fundamentales de seguridad: aparición de síndrome tipo lupus en monos alimentados con semillas de alfalfa, y cartas clínicas que relatan exacerbación de lupus en humanos tras su ingesta; el aminoácido no proteico L‑canavanina figura como posible responsable, lo que justifica la cautela en enfermedades autoinmunes y con el uso de semillas o brotes en grandes cantidades.
La alfalfa dispone de base experimental prometedora en lípidos, glucemia y actividad antioxidante/antiinflamatoria, con un respaldo tradicional amplio; no obstante, la evidencia clínica sólida aún es limitada y debe interpretarse como apoyo, no sustituto, de la atención médica y nutricional personalizada.
Con todo lo visto, la alfalfa es una leguminosa con pedigrí nutricional y aplicaciones interesantes: aporta vitaminas y minerales valiosos, contiene saponinas, isoflavonas y clorofila con efectos que pueden beneficiar corazón, huesos, metabolismo de la glucosa y balance de líquidos, y ofrece formatos accesibles como brotes, infusiones o cápsulas; siempre que tengas en cuenta sus precauciones (anticoagulantes, embarazo, autoinmunes, brotes crudos en personas de riesgo) y la incorpores en el marco de una dieta variada, actividad física regular y criterio profesional, puede ser un gran fichaje vegetal para tu día a día.