Los árboles de la familia Fabaceae son, en su mayoría, plantas que crecen en regiones cálidas y con escasas precipitaciones. Si bien hay algunos que son muy interesantes para cultivar en los jardines, como la Albizia julibrissin, hay otros en cambio que es bueno conocer… pero nada más. Uno de ellos es el que se conoce como mezquite dulce, cuyo nombre científico es Prosopis glandulosa.
Si bien no está incluida en el Catálogo de Especies Invasoras de España, sí que lo está en la lista de las 100 especies exóticas más dañinas del mundo elaborada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN); de ahí que no recomendemos su cultivo. Ahora bien, ¿por qué es peligroso para los ecosistemas? ¿Tiene algún uso?
Origen y características de la Prosopis glandulosa
El Prosopis glandulosa es un árbol perennifolio que crece hasta los 14 metros de altura, si bien lo normal es que no supere los 9 metros, y en las ramas tiene algunas espinas. Sus hojas son verdes, compuestas por pinnas o folíolos alargados, y con una longitud de un centímetro aproximadamente.
Produce flores durante buena parte del año; en concreto, desde primavera hasta principios de otoño. Estas son espigas amarillas que se agrupan formando una inflorescencia alargada, similares por ejemplo a los amentos de los sauces (Salix). El fruto, al igual que el de todas las leguminosas, es una legumbre, que en el caso del mezquite dulce es verde-amarillenta. En su interior contiene semillas redondeadas.
¿Dónde se encuentra el mezquite dulce?
Es nativo de América del Norte, en concreto desde el sudoeste de los Estados Unidos hasta el norte de México. Para ser más específicos, vive en cerca de los desiertos, en las llanuras secas, desde el nivel del mar hasta los 1800 metros de altitud. Pero es imposible saber con exactitud si se cultiva en más partes del mundo.
Se trata de un árbol que resiste la sequía, las temperaturas extremas en verano (40ºC, puede que hasta 45ºC), y que tampoco le teme a las heladas (según algunos portales ingleses, como el PFAF, sufre daños graves solo si el mercurio baja hasta los -22ºC si el árbol es adulto; si es joven no soporta el frío, solo hasta los -1ºC).
Por todo ello, no sería de extrañar que muchos se animaran a tener un ejemplar en su jardín, puesto que es muy adaptable y resistente. Sin embargo, estas dos características, junto a su alta tasa de germinación, son las que pueden perjudicar a la flora autóctona.
¿Tiene algún uso comestible o medicinal?
Lo cierto es que sí. Tanto el néctar de las flores, como las legumbres, las semillas y la savia de la corteza son comestibles. Con ellas se preparan pasteles, papillas, chicles, e incluso bebidas. Por ejemplo, las legumbres que están todavía verdes se consumen como verdura, por ejemplo en sopas o cocidos; en cambio las maduras, se suelen machacar hasta que se convierten en una especie de harina, la cual luego se echa en un recipiente con agua durante 24 horas, hasta que se endurece, y por último se utiliza para hacer, entre otras cosas, tortitas o panes.
En lo que respecta al uso medicinal, en sus lugares de origen se usa para el dolor de garganta, curar llagas y úlceras, y para el control de piojos. La infusión de hojas se utiliza para bajar la fiebre, y el jugo para aliviar el picor y la irritación de los ojos.
¿Puede ser cultivado para reforestar?
Yo la verdad es que no lo recomiendo. Para reforestar siempre es mejor usar plantas autóctonas, que son las que al fin y al cabo llevan miles puede que millones de generaciones adaptándose al clima y a las condiciones del suelo del lugar. El Prosopis glandulosa es interesante si se utiliza para reforestar terrenos degradados de México por ejemplo, o de Estados Unidos, porque a fin de cuentas es originario de esas regiones.
Pero en un país como España, sinceramente, no me extrañaría nada que se volviera invasora y que causase graves daños a la flora autóctona. Se ha visto con la Leucaena leucocephala en Canarias, que es un árbol también de la familia Fabaceae, de rápido crecimiento y preciosas flores amarillas con forma de pompón, y que es nativa también de México (tienes más información al respecto en el portal de MITECO). O ya ni digamos el Ailanthus altissima, un árbol de rápido crecimiento, que reduce los espacios naturales impidiendo que las plantas autóctonas puedan ocuparlo (cosa que les corresponde por derecho propio, si se me permite decirlo).
Sí que tiene cualidades que lo convierten en una planta interesante, pero no para reforestar. Sus raíces son profundas, y además fijan nitrógeno al suelo, por lo que evitan que el suelo se erosione, o que si ya lo está, se degrade aún más. Las semillas germinan en cuanto encuentran un poco de humedad, y la planta no tarda en establecerse. Pero antes de decidir plantar un Prosopis glandulosa en el jardín, es mejor mirar otras opciones.