Cada una de las plantas que existen, del mismo modo que en el cuerpo humano, cuentan con partes perfectamente definidas y todas ellas tienen una función específica. Dichas partes son la raíz, las hojas y el tallo.
El tallo se trata del eje que posee la zona, usualmente aérea, de las cormofitas, además de ser el órgano que se encarga de mantener hojas y flores e incluso frutos en su lugar. El tallo se distingue de la raíz debido a que cuenta con nudos donde se insertan tanto las hojas como las yemas axilares, y por tener un geotropismo negativo, lo cual significa que tiene la capacidad de crecer en contra de la fuerza de gravedad.
Dentro de los cormófitos hay especies que poseen un único tallo, el cual cuenta con un vástago que no se ramifica, al igual que plantas que tienen numerosos tallos que poseen un vástago que se ramifica de distintas manera dependiendo de la actividad realizada por los meristemos.
Anatómicamente, los tallos se encuentran conformados por tres sistemas de tejidos los cuales se denominan como dérmico, fundamental y fascicular o vascular.
Por su parte, las variaciones que se presentan en la estructura del tallo en diversas especies y taxones mayores, consisten esencialmente en las diferencias que se producen en la distribución relativa del tejido vascular y fundamental. Igualmente, el crecimiento longitudinal del tallo parte de la actividad realizada por los meristemas apicales, al igual que del subsecuente alargamiento de los entrenudos, lo cual se conoce como “Crecimiento primario”.
Este crecimiento destaca por el incremento en el grosor del tallo, siendo éste el resultado de la actividad llevada a cabo por los meristemas secundarios (felógeno y cámbium). Dicho crecimiento suele ser propio no solo en las gimnospermas, sino también en la mayor parte de las eudicotiledóneas arbustivas y arbóreas, dando como resultado la madera.
Cabe mencionar también que los tallos son clasificados a través de distintas perspectivas, las mismas que van de la consistencia que poseen, a las modificaciones que tienen al adaptarse en distintos tipos de ecosistemas.
Las funciones que poseen los tallos de las plantas resultan ser fundamentales para su adecuado desarrollo. Por lo general, dichas funciones se encuentran asociadas tanto al transporte de agua y nutrientes en las plantas, como a su soporte estructural.
El soporte estructural que brindan los tallos tiene como propósito hacer que las flores, hojas y frutos de las plantas se mantengan en su lugar y no caigan antes de tiempo. Sin embargo, existen ciertos tallos que crecen de forma subterránea; estos no suelen tener tanto una función de sostén, sino más bien de unión para las distintas partes de las plantas.
Por su parte, el transporte de nutrientes resulta ser una función que tiene igualmente una gran importancia. El mismo se da, debido a que el tallo cuenta con un sistema de tejidos vasculares los cuales tienen conexión con distintas partes de las plantas, con el fin de permitir el flujo de sustancias desde y hacia las raíces, hojas, flores, frutos y por supuesto, a través del propio tallo.
Es preciso destacar también, que los tallos cuentan con una asociación íntima con las hojas de las plantas, la cual es expresada a través de la continuidad que existe entre los haces vasculares que tanto las hojas como el tallo poseen.
Dicha asociación suele ser conocida bajo el término “vástago”, y dentro de ella se engloban estos dos órganos vegetativos. Además, el vástago se trata de una parte esencial en la estructura de las plantas, sin la cual las mismas no serían capaces de desarrollarse.