La regaliz es un dulce clásico y popular que puedes encontrar en cualquier esquina, tanto en los puestos callejeros como en forma de caramelos o incluso en ingredientes de bebidas. Lo curioso es que pocos se animan a cultivarla en casa, tal vez porque hay bastante discusión en torno a este producto de sabor algo agridulce pero anisado al mismo tiempo.
Lo cierto es que si te gusta la cocina, puedes salirte del esquema básico incorporando este ingrediente a algunas preparaciones. Mucho mejor si es fresco y de tu huerto.
Origen e historia
La regaliz o Glycyrrhiza glabra pertenece a la familia de las fabáceas y sus orígenes se remontan a la Europa mediterránea y Asia Menor aunque hoy se cultiva en muchas partes del mundo. Es común encontrarla en lugares húmedos, como lechos de ríos, barrancos, vaguadas, etc. La parte de la planta que se utiliza como ingrediente es la raíz, un condimento que se usa desde hace siglos.
La planta debe cultivarse a pleno sol y preferentemente en lugares que repitan las condiciones climáticas de su lugar de origen: el clima mediterráneo. Hay que tener en cuenta que es una planta que no es resistente a las heladas. Además, necesita de un suelo profundo para que sus gruesas raíces puedan crecer bien. Debe ser debe ser arenoso, húmedo y rico en materia orgánica por lo que recuerda incorporar abono.
Puedes plantar las semillas o los esquejes en primavera y en el suelo, a una profundidad de ½ pulgada y con una distancia entre planta y planta de 60 cm.
Riego y cosecha
Hablábamos de una tierra húmeda, entonces es importante el riego, que debe ser continuo pero evitando el exceso de agua para así no pudrir las raíces.
En cuanto a la cosecha, hay que saber que es una planta de largo desarrollo que sólo podrá ser recolectada luego de tres años desde la siembra. ¿La razón? Las raíces deben estar lo suficientemente fuertes.
La cosecha se realiza de octubre a marzo, cortando las raíces con suavidad para así permitir que la planta vuelva a brotar.
Sé el primero en comentar