Originaria de Australia y de África, el poleo es una hierba medicinal que es utilizada desde hace siglos, principalmente para tratar problemas digestivos aunque también se quemaban sus hojas para ahuyentar a los mosquitos.
Mucho tiempo ha transcurrido desde entonces sin embargo sus cualidades aún son muy reconocidas y es por eso que esta planta está entre los ingredientes principales de muchos productos medicinales y estéticos.
Pariente de la menta
Pocos saben que el poleo pertenece a las Labiadas, es decir a la misma familia de las mentas. Por eso es que su nombre científico es Mentha pulegium L y se trata de una planta perenne y muy adaptable que sobrevive en casi cualquier condición y soporta todo tipo de suelos, incluso aquéllos con mal drenaje.
Tener poleo es casa es muy sencillo pues sólo habrá que tener algunos cuidados mínimos. Dado que se adapta a todo tipo de terrenos, puedes cultivarla en cualquier lugar que encuentres, incluso en macetas, donde crecerá sin incovenientes. Lo que sí es importante es ofrecerle un riego regular y frecuente, en especial durante la época más cálida del año.
La planta se adapta también a todo tipo de climas y no es exigente en cuanto al sol. La recolección se realiza durante todo el año y a medida que se necesita hacer uso de la planta. En las flores se concentra la mayor cantidad de aceite esencial así es que ellas son lo más importante al momento de la recolección.
Usos
Una vez recolectado el poleo hay varios usos. Lo más sencillo es disfrutarlo en infusiones aunque también puedes elaborar un sabroso gazpacho. Entre sus virtudes medicinales, está la de mejorar los procesos digestivos y favorecer la secreción de jugos gástricos eintestinales. Es un gran antiséptico y antiespasmódico y a su vez ayuda a aliviar los trastornos de vesícula.